Ella escapó de un matrimonio abusivo y ahora ayuda a otras mujeres a luchar contra el ciberacoso
Nighat Dad creció en una familia conservadora de Jhang, en la provincia pakistaní de Punjab. La amenaza del matrimonio precoz planeaba sobre su infancia como una nube. Pero, a pesar de sus valores tradicionales, los padres de Dad estaban decididos a que todos sus hijos recibieran una educación, y trasladaron a la familia a Karachi para que ella pudiera terminar la licenciatura. “Nunca pensé realmente que trabajaría, porque nunca me enseñaron que podíamos trabajar y ser independientes”, dice. “Siempre necesitábamos permiso para hacer cualquier cosa”.
Papá pensó que un máster en Derecho podría retrasar los inevitables esponsales, pero poco después de terminar el curso se enteró de que sus padres le habían concertado un matrimonio. No le importaba su nueva vida de tareas domésticas en un hogar que ella describe como de “clase media-baja”, es decir, hasta que empezaron los abusos. “Fue entonces cuando mi formación jurídica me recordó que esto estaba mal”, dice. “Nuestras leyes, nuestra Constitución, todo me protege, así que ¿por qué me enfrentaba a esto? ¿Por qué lo estaba tolerando?”.
Después del divorcio
Con el respaldo de su familia, Dad dejó a su marido y solicitó el divorcio. Pero tras años de violencia doméstica y malos tratos, y sin experiencia laboral, luchaba contra la falta de confianza en sí misma: “No tenía ni idea de que las mujeres divorciadas y con un hijo se enfrentaban a tantas dificultades en una sociedad como la nuestra”, dice. Cuando su exesposo presentó una demanda por la custodia de su bebé de dos meses, Dad no estaba segura de cómo iba a pagar un abogado. Fue entonces cuando su padre le recordó que ella también era abogada.
Dad utilizó su título para ganar la custodia de su único hijo. En el proceso, se dio cuenta de cuántas mujeres en Pakistán se enfrentaban a años de violencia e injusticia sistémica. Pero lo que más le preocupaba era la brecha digital.
Antes de casarse, la familia de Dad nunca le permitió tener su propio teléfono móvil y, cuando por fin lo tuvo, su marido lo utilizaba como herramienta de vigilancia: controlaba a quién llamaba y quién le enviaba mensajes de texto. “Pasar por eso yo sola me hizo darme cuenta de lo rápido que evoluciona la tecnología y de cómo está creando espacios virtuales para comunidades marginadas que quizá no tengan acceso a espacios físicos”, afirma. “Enfrentarme a esas restricciones me hizo comprender lo crucial que es desafiar las normas y estructuras sociales en torno al acceso de las mujeres a la tecnología y a internet, para que puedan usarlas con la misma libertad que los hombres.”
Defensora contra el ciberacoso de las mujeres
En 2012, Dad creó la Digital Rights Foundation (DRF), una ONG que pretende abordar la brecha digital y luchar contra el abuso en línea de las mujeres y otras minorías de género en Pakistán. Empezó ayudando a las mujeres que acudían a la organización, proporcionándoles asesoramiento sobre seguridad digital y apoyo emocional y mental. En 2016 (el mismo año en que Pakistán aprobó por fin la legislación contra los delitos en línea), Dad y su equipo pusieron en marcha una línea de ayuda contra el ciberacoso. “A veces, la policía da nuestros números de teléfono a las víctimas que buscan ayuda fiable”, señala.
El equipo jurídico interno de la DRF ofrece asesoramiento pro bono y ayuda a las mujeres a presentar y hacer un seguimiento de las denuncias contra sus agresores. “En muchos casos, conseguimos que detuvieran al agresor y lo llevaran a juicio”, expressa Dad. En octubre de 2021, el equipo jurídico del DRF ayudó a la periodista Asma Shirazi a ganar un caso histórico en el Tribunal Superior de Islamabad contra la cadena ARY News, después de que se convirtiera en el blanco de una campaña coordinada de trols que se vio exacerbada por una noticia falsa emitida en el canal.