CVE-2024-9429
Mié, 02/10/2024 – 13:15
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CVE-2024-8885
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Sophos Intercept X for Windows with Central Device Encryption 2024.2.0 and older
allows writing of arbitrary files.
Julian Assange ha vuelto a hacer oír su voz. Tras años de silencio forzado, el ex fundador de WikiLeaks habló públicamente por primera vez desde su liberación el pasado mes de junio. Lo hizo ante el Consejo de Europa en Estrasburgo, en un discurso cargado de significado político y personal. «He elegido la libertad en lugar de una justicia irrealizable», expresó Assange, explicando su decisión de aceptar el acuerdo con Estados Unidos que puso fin a su larga detención. Fue una elección dolorosa, dictada por la perspectiva de una condena de 175 años de prisión y el conocimiento de que las protecciones legales para periodistas y denunciantes «solamente existían sobre el papel».
El tono de Assange es el de alguien que ha pasado por una experiencia traumática y se esfuerza por procesarla. «La experiencia del confinamiento solitario durante años en una pequeña celda es difícil de transmitir. Despoja del sentido del yo, dejando apenas la esencia de la existencia», confiesa, disculpándose por sus «palabras vacilantes» y su «presentación poco pulida». Un hombre probado que intenta acostumbrarse de nuevo a la libertad tras años de encarcelamiento.
Pero más allá del drama personal, Assange quiso lanzar una poderoso j’accuse (yo acuso) contra la criminalización del periodismo. «Hoy no soy libre porque el sistema haya funcionado. Hoy estoy libre después de años de prisión porque me declaré culpable de hacer periodismo», señaló con amargura. Una frase que resume el sentido de su proceso judicial y plantea inquietantes interrogantes sobre el estado de la libertad de prensa.
El ex director de WikiLeaks denunció cómo su condena por «una potencia extranjera por solicitar, recibir y publicar información veraz» mientras se encontraba en Europa supone una amenaza para el periodismo de investigación en todo el mundo. Una advertencia dirigida especialmente a los legisladores europeos, a quienes instó a actuar para proteger la libertad de expresión en un clima de «mayor impunidad, mayor secretismo y mayores represalias por decir la verdad». Assange recorrió las etapas de su odisea judicial, que comenzó en 2010 con la publicación de documentos confidenciales facilitados por la ex analista del ejército estadounidense Chelsea Manning. Documentos que revelaban, entre otras cosas, el asesinato de civiles desarmados por parte del ejército estadounidense en Irak (entre ellos dos empleados de Reuters). Nunca se ha pedido cuentas a nadie por esas muertes.
La situación se precipitó, según Assange, con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y el nombramiento de Mike Pompeo en la CIA y de William Barr como fiscal general. Bajo la nueva administración, relató, él y su familia fueron víctimas de espionaje, con «intentos de tomar ADN del pañal de mi hijo de seis meses». El fundador de WikiLeaks reveló que el acuerdo de culpabilidad le impide recurrir al Tribunal Europeo de Derechos Humanos o presentar solicitudes de acceso a documentos sobre el impacto que ha tenido en él la petición de extradición. Una limitación que plantea interrogantes sobre el alcance real de su libertad actual.
La Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, órgano que reúne a parlamentarios de 46 países europeos para debatir cuestiones de derechos humanos y democracia, está a punto de estudiar una resolución relativa al caso Assange. Esta resolución, redactada por la parlamentaria islandesa Thórhildur Sunna Ӕvarsdóttir, critica duramente el trato dado a Assange. En particular, el texto condena los cargos presentados contra él por Estados Unidos por considerarlos «desproporcionadamente graves». Se refiere a los 18 cargos, basados principalmente en la Ley de Espionaje de 1917, que podrían haber supuesto para Assange una condena de hasta 175 años de cárcel.
La resolución va más allá, denunciando el «uso indebido» de la Ley de Espionaje de Estados Unidos, que según los redactores tuvo «un peligroso efecto intimidatorio, disuadiendo a editores, periodistas y denunciantes de exponer la mala conducta del gobierno». El documento, según informa The Guardian, también critica al Reino Unido por no proteger la libertad de expresión de Assange. Sin embargo, no faltaron voces críticas con la resolución, como la del diputado conservador británico Richard Keen, que en una opinión discrepante calificó el proyecto de resolución de «excesivamente polémico e inexacto en puntos legales clave». Keen se opuso en particular a la definición de Assange como «preso político», argumentando que su detención era legítima y no tenía motivaciones políticas.
Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.
En una operación conjunta con Europol y Eurojust, las fuerzas del orden de 12 países lograron detener a cuatro sospechosos relacionados con la ciberpandilla del ransomware LockBit; entre ellos un desarrollador, un administrador de servicios de alojamiento y dos individuos afiliados a su actividad delictiva. De acuerdo con la Europol, la intervención también condujo a la incautación de nueve servidores de infraestructura vinculados al grupo criminal.
En el aeropuerto de Adolfo Suárez Madrid-Barajas, la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil detuvo a uno de los cabecillas del programa malicioso. Fuentes con conocimiento de la investigación revelan que se trata de un ciudadano bielorruso; siendo este arresto parte de los cuatro orquestados en Francia y Reino Unido. «Pionero en la exploración de los modelos de ransomware que facilitaron el crecimiento del cibercrimen, haciéndolo accesible a personas sin conocimientos técnicos avanzados», resalta la Guardia Civil.
Las detenciones forman parte del protocolo de ataque que se dirigió a la infraestructura de Lockbit en la «Operación Cronos» hace unos meses. «Estas acciones siguen a la interrupción masiva de la infraestructura de LockBit en febrero de 2024. Así como a la gran serie de sanciones y acciones operativas que tuvieron lugar contra los administradores de LockBit en mayo y los meses siguientes», escribió Europol en una nota. Y según parece, ese es solo el principio de un larga investigación.
LockBit no necesita presentación. Apareció por primera vez en septiembre de 2019; la ciberpandilla ha reivindicado la autoría de numerosos ataques contra gigantes empresariales internacionales como Boeing, Bank of America o Royal Mail. A lo largo de los años, el grupo ganó una reputación tan notable que las autoridades y las fuerzas de seguridad lo consideran inexpugnable.
En febrero de 2024, la «Operación Cronos» consiguió tomar posesión del sitio de LockBit e incautarse de nada menos que 34 servidores que contenían más de 2,500 claves de descifrado, utilizadas para crear el descifrador gratuito LockBit 3.0 Black Ransomware. Pero ya antes de esta fecha, las fuerzas del orden internacionales detuvieron a algunos de los miembros relacionados con la banda, pese a que resultaba difícil encontrarlos. Entre ellos se encontraban Mikhail Pavlovich Matveev, Artu Sungatov, Ivan Gennadievich Kondratiev y Dmitry Yuryevich Khoroshev. A estos nombres se unieron también el ruso Ruslan Magomedovich Astamirov y el canadiense/ruso Mikhail Vasiliev, quienes recientemente admitieron haber participado en algunos ataques de ransomware empleando las herramientas ofrecidas por LockBit a diversas organizaciones de ciberdelincuentes de todo el mundo. Las recientes detenciones no hacen sino engrosar esta lista, demostrando que la ciberpandilla no es tan intocable como se pensaba.
Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Alondra Flores.
CVE-2024-9172
Mié, 02/10/2024 – 08:15
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CVE-2024-8967
Mié, 02/10/2024 – 08:15
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CVE-2024-8800
Mié, 02/10/2024 – 08:15
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CVE-2024-9225
Mié, 02/10/2024 – 08:15
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CVE-2024-9222
Mié, 02/10/2024 – 08:15
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CVE-2024-9210
Mié, 02/10/2024 – 08:15
CVE-2024-9210